martes, 14 de agosto de 2018

AY, ACEBUCHE

AY, ACEBUCHE

Resistiendo decires y sinsabores,
tú que fuiste rey del olivar.
Ay humilde y sagrado óleo,
hoy sucumbes ante su altar.

Oh, acebuche que sumiso creciste
y a mi amor fiel te hiciste.
Tú que soportas incólume el calor
y te arrugas con el frío invernal.

Esas dulces y finas lunarinas,
tus glaucas acebuchinas,
bíblico manjar para las aves
del descanso otoñal,
que maman de tus tetillas
la oleosa leche de tus frutos ojivales.

Y esas danzarinas hojillas
que almibaran mi corazón,
blandiendo su asaetado verdor
en fragancias de aromáticos bálsamos.

Ay humilde y sagrado óleo,
que ansía llegar a la alcuza,
ven, ven, que mi alma se despeluza.


martes, 7 de agosto de 2018

SIGUIENDO LOS PASOS DE MIGUEL HERNÁNDEZ

Hace unos días, Lola y yo nos desplazamos hasta Orihuela, un viaje largo pero fructífero. Un viaje con todo el sentido y en el que pusimos todos nuestros sentidos. Un viaje íntimo, en el que pudimos experimentar sensaciones únicas cuando visitamos los lugares de nuestro Miguel Hernández... 

Sus calles, su barrio, su colegio, su casa natal, la de Ramón Sijé, la plaza en la que leyó la imperecedera elegía dedicada a su amigo y..., cómo no, la casa en la que vivió, la cama en la que dormía con su hermano, las abarcas, su hermoso patio, el pozo, el huerto, el establo..., y la famosa higuera, bajo la cual nos guarecimos, como él, del calor sofocante que nos acompañó en todo nuestro recorrido...


Abiertos, dulces sexos femeninos,
o negros, o verdales:
mínimas botas de morados vinos,
cerrados: genitales
lo mismo que horas fúnebres e iguales.

Rumores de almidón y de camisa:
¡frenesí! de rumores en hoja verderol, falda precisa,
justa de alrededores
para cubrir adánicos rubores.

Tinta imborrable, savia y sangre amarga;
malicia antecedente,
que la carne morena torna torna y larga
con su blancor caliente,
bajo la protección de la serpiente.

¡Oh meca! de lujurias y avisperos,
quid de las hinchazones.
¡Oh desembocadura! de los eros;
higuera de pasiones,
crótalos pares y pecados nones.

Al higo, por él mismo vulnerado
con renglón de blancura,
y orines de jarabe sobre el lado
de su mirada oscura,
voy, pero sin pasar de mi cintura.

Blande y blandea el sol, ennegrecido,
el tumor inflamable.
El pájaro que siente aquí su nido,
su seno laborable,
se ahogará de deseo antes que hable.

Bajo la umbría bíblica me altero,
más tentado que el santo.
Soy tronco de mí mismo, mas no quiero,
ejemplar de amaranto,
lleno de humor, pero de amor no tanto.

Aquí, sur fragoso tiene el viento
la corriente encendida;
la cigarra su justo monumento,
la avispa su manida.
¡Aquí vuelve a empezar!, eva, la vida.

Fue un día en el que llegamos hasta la hoy universidad, junto al río, antaño cuartel de la Guardia Civil, adonde iba nuestro poeta a recoger a su novia Josefina, ya que su padre estaba ahí destinado.
Lugares que han quedado impregnados en nuestros corazones y que nunca desaparecerán de ellos. 
Orihuela, su pueblo y el nuestro, porque desde entonces siempre será nuestro, como nuestro Miguel Hernández.