A
José Luis Utrera
Raspa la indigna garganta,
me agrietan las alas
fluidas
y las manos desafían
el llanto
en las alforjas de
la vida,
que clamarte el nuevo
día no alcanzo,
para traerte almas
de otoño.
Rascan las nubes de
algodón
en mi tórrida garganta
vil
y llenan de grises
el vacío febril,
sin flores de versos fatuos…
lastimosamente
deslizados
sobre el árido azul
informe
de un atril vacuo e
inanimado.
Tropiezan mis pies
en tu ida,
perdido en el
invierno llagado,
de amargores fríos y
soliloquios.
¡Eh, tú, amigo, ten
mis manos!
¡Llueve sobre mis ásperas
canas!
Que mis albos rastrojos
deambulan
sobre las almas
impías del purgatorio.
Ven, amigo,
restriégame tus manos
que ilusamente yermo
me hallo
en la cuna de la voz muda y la insidia,
que triste ya no
alcanzo a respirar
los vacíos
interestelares de la vida.
1 comentario:
Y la poesía brotó en el recuerdo, abrazando al amigo ausente que se despidió de puntillas...
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