Duele esta
luna sin brillo
al anochecer
del corazón.
Duele
escuchar la sin memoria con dolor
del bosque
sin mesura marchito
y su
lamento hostil maldigo.
Duele el
almendro no hallar
vestido de
blanco azahar.
Duele ante
el réquiem sucumbir
que sin
ritmo pernocta en el mar,
en los
ojos secretos de selene.
Duele la
herrumbre, padre,
tú que
fuiste mi sueño, mi mañana y tarde,
mi lucidez
biológica, mi vivir.
Cronos,
egoísta, te ató a la noche
y va atardeciendo
rápida la oscuridad,
para poner
rumbo al broche final
que mi alma enjuta ahora apene.