Ayer, ayer hice el amor
a las nubes de nuestro amanecer,
trazando infinitas espirales,
acariciando mil estrellas,
alimentando cien lunas…
Y me asomaron los versos
al mirar al sol susurrante.
Mas soñé que caminaba
en el oasis de tus besos,
y hallé tus manos…
¡ah, tus manos!
que hablaban a mis pechos,
recreando cosquillas a su quietud
humildemente callada.
Soñé que te amaba
y que me perdía en tu mirada
de luz naciente,
en tu voz sin eco y sin sombra.
Amé que te amaba,
que te sostenía en la primavera
de nuestros abrazos,
de nuevo en la locura de los versos.
Y era primera, y era segunda.
Era, regresando al oasis.
Nuestras manos tenían sed,
toda la sed de las almas errantes,
nuestros labios buscaban camino,
nuestras voces hablaban uno.
Cruzamos nuestro encuentro
de callada sonrisa…
Susurros, música, luz,
trashumancia de reencuentros.
Ayer hice el amor a las nubes…
y estabas tú,
serena y alma…
al alba…
Añoranzas a la callada,
como gotas de lluvia tras el cristal
de tu mirada,
en parpadeos sin miedo,
ilusionando al viento
besos de cristal,
besos tras el cristal.
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