Me siento bien.
Después de almorzar, tranquilamente, con mi hija, me he puesto a leer un buen rato. Bueno, sí, he dado un respiro al corazón y a la mente, desenchufándome de la vida, pero también la siesta es necesaria, sobre todo, la cabezadita hacia un lado y hacia otro del sillón, que me espera tarde a tarde, ahora con más razón, por aquello de las vacaciones… Ese sillón que ya me reconoce y me vislumbra, acomodándose a mi mente rala.
A renglón seguido, he realizado algunas reparaciones hogareñas (hay que estar también dispuestos a ello en vacaciones) y, al fin, he vuelto a mi saxo… Sentía miedo porque parece que si dejo de practicar algo que he aprendido, es como si fuera a olvidárseme todo. Pero, no se me olvida montar en bici, aunque lleve tiempo sin hacerlo, ni se me olvida multiplicar, y no todos los días lo practico…
Tenía miedo, sí, y he estado varios días (al fin con las vacaciones voy a poder dedicarme más a ello) indeciso, montando guardia alrededor del instrumento, pero heme aquí que hoy me he decidido. Debo aprovechar estas vacaciones para… ¡que nooo! Que siempre ocurre igual… “Cuando coja las vacaciones voy a…” Y al final son las vacaciones las que se adueñan de nosotros y no nos dejan en paz.
Pero bueno, al fin he estado unos minutos con el saxofón… (¿cuándo podré tocar la melodía de la Pantera Rosa?)… No sé si me ha dado un empujón definitivo a vencer mi temor el hecho de que he visto los Simpson antes de la comida y quizás me haya dicho mi subconsciente que puedo conseguir tocar como Lisa, que aún es y seguirá siendo una niña… (no me imagino a Homer con ochenta años, aunque yo lleve ya algunos lustros convenciéndome que estoy en la mitad de mi vida, y si sigo así... sobrepasará el centenar de años…). Y sí, he realizado algunos movimientos, ejercicios de acercamiento (llevaba varias semanas sin acariciar mi dulce rubia) y, al fin, “La novena sinfonía” de Beethoven (sí, ya sé, todo el mundo aprende a tocar un instrumento con el “Himno de la alegría”), el “O my beloved father”, de Gianni Schicchi y el “Extraños en la noche”… Bien, bien, me he dicho, no está mal… ¡después de todo! Mañana continuaré… no quiero tentar a la suerte, he de motivarme.
Me he sentado frente al ordenador, he visto los correos amigos, esos power que tanto entretienen y que me dicen que al otro lado alguien se ha acordado de mí, o tal vez, ha incluido mecánicamente mi nombre en el grupo y le ha dado la tecla, sin pensar detenidamente en cada uno de los destinatarios… Confieso que a mí me ocurre muchas veces… Aunque me gusta compartir con mis amigos algunos de los que recibo… (¿se acordarán de mí quienes me los envían?)…
Y aquí estoy, escribiendo estos relajados pensamientos, disfrutando de música clásica… ¡qué placer! ¡Esto sí que es estar de vacaciones mentales! El “Adagio”, de Albinoni, el “Concierto de Brandeburgo nº 1 en fa mayor”, de Bach, el “Concerto grosso en D menor”, de Haëndel, la “Sinfonía nº 49 en F menor”, de Haydn, el “Concierto para violín y orquesta nº 3 en D menor”, de Bach, el “Concierto para oboe en C, K 314”, de Mozart, “Canon” de Pachelbel, ¡cómo no!, que me recuerda unas navidades en Madrid, unos músicos callejeros lo interpretaban espectacularmente frente a la Puerta del Sol, toda engalanada ella…
Y mientras, la brisa de mi Caleta se cuela por mi balcón y me invita a desgranarla en sal, me refresca las ideas… Estoy de vacaciones, debo descansar, relajarme y deshacerme lentamente entre los cálidos dedos del verano… ya llega el atardecer… se acaba la jornada.
Después de almorzar, tranquilamente, con mi hija, me he puesto a leer un buen rato. Bueno, sí, he dado un respiro al corazón y a la mente, desenchufándome de la vida, pero también la siesta es necesaria, sobre todo, la cabezadita hacia un lado y hacia otro del sillón, que me espera tarde a tarde, ahora con más razón, por aquello de las vacaciones… Ese sillón que ya me reconoce y me vislumbra, acomodándose a mi mente rala.
A renglón seguido, he realizado algunas reparaciones hogareñas (hay que estar también dispuestos a ello en vacaciones) y, al fin, he vuelto a mi saxo… Sentía miedo porque parece que si dejo de practicar algo que he aprendido, es como si fuera a olvidárseme todo. Pero, no se me olvida montar en bici, aunque lleve tiempo sin hacerlo, ni se me olvida multiplicar, y no todos los días lo practico…
Tenía miedo, sí, y he estado varios días (al fin con las vacaciones voy a poder dedicarme más a ello) indeciso, montando guardia alrededor del instrumento, pero heme aquí que hoy me he decidido. Debo aprovechar estas vacaciones para… ¡que nooo! Que siempre ocurre igual… “Cuando coja las vacaciones voy a…” Y al final son las vacaciones las que se adueñan de nosotros y no nos dejan en paz.
Pero bueno, al fin he estado unos minutos con el saxofón… (¿cuándo podré tocar la melodía de la Pantera Rosa?)… No sé si me ha dado un empujón definitivo a vencer mi temor el hecho de que he visto los Simpson antes de la comida y quizás me haya dicho mi subconsciente que puedo conseguir tocar como Lisa, que aún es y seguirá siendo una niña… (no me imagino a Homer con ochenta años, aunque yo lleve ya algunos lustros convenciéndome que estoy en la mitad de mi vida, y si sigo así... sobrepasará el centenar de años…). Y sí, he realizado algunos movimientos, ejercicios de acercamiento (llevaba varias semanas sin acariciar mi dulce rubia) y, al fin, “La novena sinfonía” de Beethoven (sí, ya sé, todo el mundo aprende a tocar un instrumento con el “Himno de la alegría”), el “O my beloved father”, de Gianni Schicchi y el “Extraños en la noche”… Bien, bien, me he dicho, no está mal… ¡después de todo! Mañana continuaré… no quiero tentar a la suerte, he de motivarme.
Me he sentado frente al ordenador, he visto los correos amigos, esos power que tanto entretienen y que me dicen que al otro lado alguien se ha acordado de mí, o tal vez, ha incluido mecánicamente mi nombre en el grupo y le ha dado la tecla, sin pensar detenidamente en cada uno de los destinatarios… Confieso que a mí me ocurre muchas veces… Aunque me gusta compartir con mis amigos algunos de los que recibo… (¿se acordarán de mí quienes me los envían?)…
Y aquí estoy, escribiendo estos relajados pensamientos, disfrutando de música clásica… ¡qué placer! ¡Esto sí que es estar de vacaciones mentales! El “Adagio”, de Albinoni, el “Concierto de Brandeburgo nº 1 en fa mayor”, de Bach, el “Concerto grosso en D menor”, de Haëndel, la “Sinfonía nº 49 en F menor”, de Haydn, el “Concierto para violín y orquesta nº 3 en D menor”, de Bach, el “Concierto para oboe en C, K 314”, de Mozart, “Canon” de Pachelbel, ¡cómo no!, que me recuerda unas navidades en Madrid, unos músicos callejeros lo interpretaban espectacularmente frente a la Puerta del Sol, toda engalanada ella…
Y mientras, la brisa de mi Caleta se cuela por mi balcón y me invita a desgranarla en sal, me refresca las ideas… Estoy de vacaciones, debo descansar, relajarme y deshacerme lentamente entre los cálidos dedos del verano… ya llega el atardecer… se acaba la jornada.
3 comentarios:
A mí también me pilla cerca la Caleta, sus brisas y rumores. Te deseo un feliz y merecido descanso.
Un abrazo.
Gracias, José Miguel, a ver si nos conocemos.
Me alegro mucho de que estés bien.
QUE DESCANSES Y LO PASES BIEN.
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