entre los matorrales
y flores silvestres
del camino sedente.
hieren mis estériles venas…
insensibles…
Tumbé mis horas muertas
deslizándolas
por la negritud de la noche
y las hojas resecas
de un áspero y mustio libro
se adormilaron recostadas
en el lecho trémulo y polvoriento.
No encuentro la desalentada voz
en la cárcel de los recuerdos,
deslumbrado en la niebla,
amaneceres somnolientos,
luna quebrada
que perpleja me observa
desdibujada en el paisaje,
febril,
pensativa,
en un párrafo,
de pensamientos celestiales…
Devuélveme la luz, amanecer.
Devuélveme la sal, mar.
Recréate en mí.
Dejaré volar la infancia y juventud
hacia la vieja casa
de su libertad.
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