Quisiera terminar lo inacabado
a la penumbra de los dioses.
Al finalizar el día en su anemia
decirle te amo,
te he amado en toda su eternidad.
Y al percibir tu abrazo dolente,
sentir la persistente lluvia
golpear mi turbio rostro inanimado…
pálido, sin color, ausente,
en la lividez del tiempo y la albura,
tras pisar los charcos de mi debilidad,
que entorpecieran mi inconcluso caminar,
la noche queda y serena.
¡Que no quiero verla!
Mas sentirme amado,
amado por la luz en su horizonte,
de amaneceres alados,
de atardeceres silentes,
engendrados tras aliviar las grietas
del rígido tiempo perturbado,
inacabado.
¡Inacabado!
¡Cuánto inacabado en tus ojos del azul!
¡En mis ojos hinchados!
¡Cuánto de tristeza en tus pupilas!
¡Mis pupilas!
Y al azul timorato de las tinieblas
hablarle de tus perfiles,
en tu angosto nombre,
en un tintineo febril y ausente…
dormirme sin fin
en la agnosia insensible
de la sombra perpetua de los dioses.
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