Cabalgo
arrinconado en el tiempo,
llorando los
pocos sorbos de luz,
principiando
los segundos a tientas,
mientras el
polvo de la desidia,
insidiosamente
me espanta el día.
De toda voz
me arrepiento
y me oculto
frío en el trasluz,
que todo me
parece una afrenta
y mi voz se
llena de envidia,
plena de
experiencia y apatía.
Me encierro
sin aspavientos,
rodeado de angosto
paspartú,
para que el
cielo no sienta
que mis
manos en perfidia
desaparecen
en los sótanos de la vida.
1 comentario:
Miedo a la voz vertida
silencio mortecino de luz perdida.
No quiebro,
me asustan las palabras
y me oculto en el cristal opaco de los días...
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