Te sirvieron
mi cabeza
en bandeja
de plata,
sentado en
tu trono real.
Oh, César
Augusto, alteza,
en tu
palacio de metal,
mientras yo,
caballero andante,
Quijote
magister,
Cid
Campeador que resiste.
Infanta que
me dijera,
si buen
señor hubiera,
¡Dios, que
buen vasallo hallara!
Oh, Rey Sol,
luz regia,
de
excelentísima corte egregia,
en divino
fulgor os hallan,
yo que me he
curtido
en mil
batallas,
gladiador
que fiera alguna acalla,
rodeado de
nobles y juglares,
plenas sus
manos de ricos manjares
y que a tus
espaldas se lamentan,
me pesa
tanta afrenta.
Oh Rey
parapetado, oh César,
con tu
guardia personal y tu grandeza,
mis fieles y
jóvenes escuderos,
venid a mí y
preparad vuestros aperos,
luchad con
vuestro trabajo,
luchemos sin
desparpajo…
que halle
buena visión
en lo más alto del palo mayor.
2 comentarios:
Altezas que olvidan ser simples lacayos y miran por encima del hombro, hasta que pierden de vista la lógica y se convierten en fieras enjauladas en la mala baba que por la piel les transpira.
Desgraciadamente, muchos siguen anclados en la Edad Media.
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