martes, 13 de octubre de 2020

TRAS EL BESO

La leyenda EL BESO de G.A.Bécquer

Esta trágica leyenda está relacionada con la rima LXXVI del mismo autor. En ella hablan de la llegada de un grupo de soldados franceses a la conquistada Toledo, y que no habían podido encontrar un alojamiento, y fueron a dormir a una vieja y abandonada iglesia.

Al día siguiente, el capitán del grupo, estuvo hablando con otros colegas que se encontraban en Toledo y les comentó que esa noche había estado con una mujer bellísima, y que esa mujer era una estatua de mármol de una tumba. Entonces sus amigos se rieron de él, por lo que él les invitó esa noche a tomar unas botellas de champán y a que vieran la estatua.

Cuando por la noche llegaron a la vieja iglesia, estuvieron bebiendo y emborrachándose, y el capitán comentó que habían descifrado un poco de las escrituras de la lápida, que esa estatua era la de Doña Elvira, y que la estatua de hombre que había al lado era la de su marido. El se acercó a la estatua del hombre y le escupió la bebida en la cara, diciéndole que era para que bebiese, y dijo estar enamorado de la mujer, y se quiso acercar para besarla. Cuando ya lo iba a hacer, cayó al suelo, sangrando por los ojos, la boca, la nariz, y la cara completamente destrozada. Algunos de los que había allí dicen que vieron a la estatua del hombre dándole un manotazo con su guante de mármol para que no besase los labios de Doña Elvira.



TRAS EL BESO

                            Rima XXVI                                                                 

En la imponente nave

del templo bizantino,

vi la gótica tumba a la indecisa

luz que temblaba en los pintados vidrios.

            …

Las manos sobre el pecho,

y en las manos un libro,

una mujer hermosa reposaba

sobre la urna, del cincel prodigio.

            …

No parecía muerta;

de los arcos macizos

parecía dormir en la penumbra,

y que en sueños veía el paraíso.

                                   G. A. Bécquer

 

Tras el beso

tiento las ánimas del aire

apaisado en los dobleces

del lóbrego tiempo…

Deshojado en primavera,

ahojado en otoño,

entre la mano diestra

que a siniestra cubre tu boca

de índice arbolado

enraizado en tu tez yacente.

 

Tras el beso

puedo escribirte

en el blanco lienzo de la luna

níveas palabras de amor.

Y reclamar la noche en diurno

para oscurecer el temor,

ahumar con tus palabras álbicas

la dulce claridad de la noche

que junto a ti silente abrazo.

 

Tras el beso

un desatarme a la vida…

desde la muerte.

¡Oh, dulce desvarío en la penumbra!

Fosca arboleda hallada

de páginas imborrables,

calma, voz calmada;

paz, voz apaciguada;

tú, yo, nosotros… en esencia pétrea.

y amar por amar sin escrituras bíblicas.

 

Tras tu pétreo beso

un rojizo susurro en mi boca

un murmullo imperceptible,

miradas de piedra viva

en la sensibilidad recostada,

tumultuosamente tórrida.

 

            ...


De aquella muda y pálida

mujer me acuerdo y digo:

¡Oh, qué amor tan callado, el de la muerte!

¡Qué sueño el del sepulcro, tan tranquilo!

                                                           G. A. Bécquer


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