La voz de la campana prieta
resquebraja impunemente
las fisuras del tiempo…,
y restalla mi nostalgia.
Sinsabores en añoranza de la
tarde
acechada por el frío de otoño,
mientras crujen abruptamente
cristales de la agonía perdida.
Ya huele la tierra engendrada
en mil piedras dolidas
por el camino pasado.
Llueve y narcotiza
este corazón cansado,
lleno de podredumbre.
De una vida sin su amparo
en ocres de desesperanza.
Como un geranio rosa
entre las rosas efervescentes,
atestado de polillas
que requiebran mis recuerdos.
Una muchedumbre de apatía y dolor
encumbra la calle cuesta arriba
para sentir el olor virgen,
al son de los tambores tribales.
Ya llega el prístino ritual
de jolgorio y paseíllo.
Ya vibran las lengüetas
y sones de trompetas .
¡Que suba al cielo el murmullo!,
la voz de la religiosidad
en un bullicio de gaviotas,
Que cubren su graznido
de arduas labores
y críticas maledicentes.
¡Ya llegan, ya llegan!
Mientras nubes golosas
descienden en parabienes.
Las cáscaras de pipas
se amontonan apesadumbradas
por las aceras triunfales.
El sol resplandece por mor
de farolas e incienso hipócrita.
Oraciones y vaivenes
penumbran su cosecha.
Y ya nadie ni nada detiene,
las procesionarias se enfilan
de sentimiento y picor,
muchedumbre de apatía y dolor.
Amén, amén de sones y
diretes.
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