UNA MUJER EN EL UMBRAL
Una mujer en
el umbral
recorre el
horizonte marino
de su
esencia sublime.
Una mujer en
el umbral
resume la
vida dilatada,
la historia
del universo,
en todo su vívido
cuerpo.
Esa mujer del
tímido umbral
esconde los sacrificios
llenos
en su piel
de hambre y riqueza,
trasluce todo
su amor con su certeza
y enamora al
viento del sur.
Una mujer en
el umbral
tiene las ojeras
del frío,
que resaltan
su belleza,
alumbran las
seductoras manos
del trabajo
y su tiempo.
Esa mujer que
tiene todo el umbral
genera la
eterna belleza
en la noche de luna menguante.
Soñé en el lienzo de tu desnudez
Rubens se
tumbó junto a la Venus del espejo
y las majas
se desvistieron, para ofrecer toda su beldad.
Mientras las
Gracias reían con Velázquez, Goya y Partegaz,
Boticelli y
Tiziano llamaron a sus espléndidas Venus,
mientras Botero
se unió a la voluptuosa fiesta
con sus
musas que regocijaron indemnes
la paleta de
Picasso con su señoritas francesas
y las bellas
mujeres del bueno de Modigliani.
Mas Jenny
Saville agigantó la belleza femenina.
Orgulloso, Manet,
tapaba el pubis de Olympia.
Bouguereau (Bugeró) acompañaba a sus introvertidas
bañistas
en la playa
rocosa de miradas tristes.
La gran
odalisca nos miraba inquisidora
cuando
acompañé a Ingres hasta su alcoba.
Degas y
Klimt se asomaron a la ventana
fisgoneando
a la mujer que se acicalaba,
y se secaba
junto a Renoir después del baño.
Oh, mi
etérea Dánae retozando en su sexualidad,
mientras Lautrec
no quiso pasar la oportunidad
de mirarse
al espejo junto a la atribulada ramera.
Zinaida recreaba
su adormilada hermosura
que daba la límpida
espalda a Dalí,
pues se
entretenía con la sonrisa de María Szantho.
Gauguin
salió a la colorida palestra
con sus sensuales
mujeres tahitianas
y las
virginales morenas de Julio Romero
sorprendieron
a Sorolla con un desnudo de mujer.
Raudo, Malone
despojaba de toda duda
la hermosura
de la mujer en los óleos,
meditando la
blancura de Hayez
y el reposo
en el sensual diván de Seignac,
descubriéndose
entre los pliegues de Soledad Fernández,
los
femeninos pechos juveniles de Luigi Amato,
de la
profunda mirada ausente de Pietro Annigoni.
Y regresé
con Cabanel al nacimiento de Venus,
la diosa del
amor, la fertilidad y la belleza.