martes, 6 de junio de 2023

LA BELDAD EN LA TERTULIA PUERTA ABIERTA A LA IMAGINACIÓN




El pasado sábado, en la reunión mensual de nuestra TERTULIA PUERTA ABIERTA A LA IMAGINACIÓN, tratamos el tema de la beldad y yo leí estos dos poemas que escribí para la ocasión. El segundo acompañado de un vídeo sobre desnudos femeninos en la pintura.


UNA MUJER EN EL UMBRAL

 

Una mujer en el umbral

recorre el horizonte marino

de su esencia sublime.

 

Una mujer en el umbral

resume la vida dilatada,

la historia del universo,

en todo su vívido cuerpo.

 

Esa mujer del tímido umbral

esconde los sacrificios llenos

en su piel de hambre y riqueza,

trasluce todo su amor con su certeza

y enamora al viento del sur.

 

Una mujer en el umbral

tiene las ojeras del frío,

que resaltan su belleza,

alumbran las seductoras manos

del trabajo y su tiempo.

 

Esa mujer que tiene todo el umbral

genera la eterna belleza

en la noche de luna menguante.






Soñé en el lienzo de tu desnudez

 

Rubens se tumbó junto a la Venus del espejo

y las majas se desvistieron, para ofrecer toda su beldad.

Mientras las Gracias reían con Velázquez, Goya y Partegaz,

Boticelli y Tiziano llamaron a sus espléndidas Venus,

mientras Botero se unió a la voluptuosa fiesta

con sus musas que regocijaron indemnes

la paleta de Picasso con su señoritas francesas

y las bellas mujeres del bueno de Modigliani.

 

Mas Jenny Saville agigantó la belleza femenina.

Orgulloso, Manet, tapaba el pubis de Olympia.

Bouguereau     (Bugeró) acompañaba a sus introvertidas bañistas

en la playa rocosa de miradas tristes.

 

La gran odalisca nos miraba inquisidora

cuando acompañé a Ingres hasta su alcoba.

Degas y Klimt se asomaron a la ventana

fisgoneando a la mujer que se acicalaba,

y se secaba junto a Renoir después del baño.

 

Oh, mi etérea Dánae retozando en su sexualidad,

mientras Lautrec no quiso pasar la oportunidad

de mirarse al espejo junto a la atribulada ramera.

Zinaida recreaba su adormilada hermosura

que daba la límpida espalda a Dalí,

pues se entretenía con la sonrisa de María Szantho.

Gauguin salió a la colorida palestra

con sus sensuales mujeres tahitianas

y las virginales morenas de Julio Romero

sorprendieron a Sorolla con un desnudo de mujer.

Raudo, Malone despojaba de toda duda

la hermosura de la mujer en los óleos,

meditando la blancura de Hayez

y el reposo en el sensual diván de Seignac,

descubriéndose entre los pliegues de Soledad Fernández,

los femeninos pechos juveniles de Luigi Amato,

de la profunda mirada ausente de Pietro Annigoni.

 

Y regresé con Cabanel al nacimiento de Venus,

la diosa del amor, la fertilidad y la belleza.



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