Me gusta ser de barrio, siempre
lo he sido y nunca renegaré de ello, aunque haga alguna vez una escapadita p’a
Madrid, como el Selu, o p’a donde se tercie o se pueda (que ahora no corren los
tiempos…). Sí, soy barriero, lo soy, y ya está. Y me gusta viajar… sí.
Me entusiasma que me conozca la
gente del barrio, saludarla…, ver a mis
alumnos en La Viña, en mi Caleta; ir por las mañanas a la panadería, saludar a
Ani, comentar el día y los últimos acontecimientos del barrio y del mundo, arreglar
la crisis en unos minutos… hablar de ese vocabulario especial del barrio (nos
hemos propuesto escribir algún día un libro sobre ello), que me diga ten cuidado
con los “sovacones” de la playa… entre el buen humor y las ganas de vivir.
Hablar de algún viaje de
vacaciones con Águila, en la farmacia de mi barrio y que se dirija a mí por mi
nombre. Me diga, Paco, ¿otra vez de viaje? Y bromee con mis vacaciones y
viajes.
Comprar en mi almacén particular,
sí, almacén, esa tienda donde te atienden personalmente, donde comprar se
convierte en un arte… Aunque ahora se llame Covirán, con esa familiaridad que
atestigua ser humano… Que Jesús o Javi me digan, qué hay, Paco, qué te pongo. Y ya en la caja, Mati me pregunte por mi hija y la familia.
O saludar a la Petróleo cuando
paseo por la calle de la Palma, en dirección a la iglesia, que continúa
esperándome, intentando venderme un numerito; al argentino del Mesón Criollo, y
a los dueños de algunos bares… a Antonio y María José, en la papelería, o el
otro Antonio, el de la papelería del Corralón, siempre atento a darme la bolsa
blanca para llevar el Diario; a los hermanos Rueda con su material de
construcción, al de los pollos, al de Don Pistacho, a Melchor, con su frutería
(¡qué buenas picotas tienes, Melchor!) y enfrente a la parejita del estanco con
sus riquísimas anchoas y su pan calentito (mira que almendras tan ricas hace mi
marío), al Chacha, con su sahariana impoluta (y sus chaquetas con corbata de
los domingos), encontrarme un grupito fumando a la puerta del bar Orozco…
Escuchar el tintineo típico de
las fichas de dominó cuando chocan entre sí o contra la mesa de tapa de mármol,
de la Peña El Molondro.
Y regresar en dirección a mi
Caleta, mi mar, mi cielo, mi amanecer, mi hogar… satisfecho de haber saludado a
unos y a otros… inmerso en la alegría… del barrio… mi barrio.
Y mientras… procuro seguir la
máxima de mi padre… siempre que pueda… algún viaje… (cuando me lo permitan los
tiempos que corren a veces demasiado rápidos, otras dando bandazos…): “Diviértete,
aprovéchate mientras puedas, disfruta de la vida, que luego vienen los
achaques…”
Sí, procuraré hacerlo siempre,
pero… ¡qué alegría cruzar de vuelta del viaje ese Puente de Carranza!
¡Y no te digo “na” cuando llego a
mi barrio. ¡Mi barrio!
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