Encontré los labios de la tarde
entreabiertos,
entre el arrullo de la hora viva
de un cándido capuccino encontrado,
de nacarada espuma.
Adormilando los sentidos
parpadeé sentado, disciplinado,
reloj ausente y volátil,
mientras una voz distante y apasionada,
me susurraba halagos de juventud.
¡Ay, pequeños placeres!
¡Ay, plaza de la Flores de primavera acicalada,
que se contonea, gitana niña,
ante mi mirada sin rasguños!
El tiempo se recrea plácidamente
entre mis ojos enmarcados en el pretil
de la tarde,
y la brisa del mar
juega al escondite
con el néctar de las flores,
un relajado momento en una foto
se inmortaliza en mis pupilas,
acariciadas por las olas de mi dicha.
Celebro el día junto a ti,
porque hay un mañana que acariciar…
un mañana para hablar,
simplemente… para vivir.
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