Mi mano
sobre tu pecho
abduce el
encuentro en la noche
como
apretado en su suavidad,
deshechas
las pieles en piel única,
el sutil estremecimiento
de su túnica,
encrespado
para mis dedos,
la cima
abierta acercándose
a mis labios
de calidez máxima.
Mi mano
sobre tu pecho
y lamiendo
en rítmico lecho,
deleitándome
de brisas marinas
en una
explosión de sabores,
un místico piropo
para mis labios,
un manantial
de lluvia fresca,
en la
oscuridad de la tersa madrugada,
calcando
cada instante del sueño.
Mi mano
sobre tu pecho,
firme,
curiosa, lasciva,
sobre la
firme figura del desierto,
ardientemente
volitivo,
duna pertinentemente
sensual,
aliviadamente
polvoriento,
buscando la
ingravidez del aliento.
Mi mano
sobre tu pecho,
febril y
hechizado,
domina el
mundo en su reino,
recoge
estrellas en el mar,
que bebo
sorbo a sorbo,
como un café
aromático y febril.
Mi mano
sobre tu pecho,
rodeo el
umbral de tus sentidos,
sueño ansiosamente
en vivo,
resurjo de
tus venas
para aclamar
la pasión sin pena,
subiendo peldaño
a peldaño
toda la vida
de una noche en vela.
Miro tus
ojos, verdes y verdes,
y se me estremece
la voz nocturna
en cada uno
de los rincones
abiertos a
la vida de mi corazón.
Que quiero
reposar los besos
delicadamente
en tu pecho,
ya moldeando
la historia
en un reloj
de arena
con los ojos
plenos de memoria.
Mi mano
sobre tu pecho,
delicadamente
paciente,
y la otra
envuelta en celo…
asomada e impaciente.