Se secaron
las margaritas
del jarrón
en este día
de otoño
manipulado
y nublado.
Se quebraron
las luces
del
mediodía.
Un portazo
desdichado,
un manotazo
en la mesa,
un empujón
herido
y la
sequedad de unos labios
apaciguando
la soledad,
servida en
un solo de saxo.
Olvidando el
olvido en un cajón
viejo y
fuera de su guía,
mientras un
aullido
detiene los
dedos
prestos para
devolver el anillo
al río del
soldadito plomado.
Un anillo
estrepitado
contra el
adoquinado
duro y terrible,
desierto
indemne
del desamor.
Ya no
regresa a la primavera
de su
mirada.
Extiende la
sombra
sobre la
hierba seca
y
herrumbrosa
de una tarde
de melancolía
en pulcro y
oscuro
silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario