Si yo fuera
el hombre
más feliz
del mundo,
reiría sin
devolver
nada a
cambio
reiría sin
descanso,
descansaría
entre las blancas sábanas,
adormeciéndome
liviano en su remanso.
Si yo fuera
el hombre
más feliz
del mundo,
lo sabría
todo el mundo,
las gentes
me adularían,
la
muchedumbre me idolatraría,
el gentío me abriría paso
y yo
continuaría sin hacerle caso,
riéndome y
riéndome sin palabrería.
Si yo fuera
o fuese el hombre
más feliz
del mundo,
reiría a
batiente carcajada,
a mandíbula
locurada,
con toda la
nocturnidad y alevosía,
salpicando
hasta la alborada,
de profunda idiocía,
para tomar
las riendas del saber,
del poder,
del creer,
de la vida
alocada.
Si yo fuera
el hombre
más feliz
del mundo,
nadaría en
el mar bravío,
y desharía
tu tono iracundo.
Deshonrarían
mis nalgas
para hallar
un mar cargado de algas.
De toda
suerte de desvaríos…
yo, yo me
río.
Si yo fuera
o fuese el hombre
más feliz
del mundo,
rompería las
tristezas
en mil
quinientos pedazos
y me
quedaría a dormir en tu regazo
para caer en
cien mil vilezas,
para unir
cada una de las piezas
del puzle de
cartón.
Si yo, yo
fuera el hombre
más feliz
del mundo,
volvería a
reír y reír,
me
revolvería en la risa,
en la
carcajada honda,
pausada y
profunda,
perfumada y
sin prisa
de mi vecino
edu-cado
que lucha
por vivir,
aquí, en el
bar de al lado.
1 comentario:
Sonreiría como nuestro vecino de la Calle Navas... Genial idea el poema
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