lunes, 23 de diciembre de 2019

EL AUTÉNTICO MISTERIO DE MI NAVIDAD

Mientras poco a poco nos zambullíamos en la Navidad aquellos olores se hacían más penetrantes a nuestros olfatos… olor a anises, a matalahúva, a miel y pestiños recién hechos…

Olores a azúcar y rosquitos, de sabor dulce y ligeramente crujientes.

Y olores a las cajas cerradas de mi abuela, tras un año hibernando,  para sacar de sus escondrijos mil y una figuritas, animalillos de todo tipo y de todos los colores.

Hasta allí nos habíamos acercado a poner el Nacimiento, que así se llamaba, y todos los primos peleábamos por poner el Misterio, sobre todo al niño Jesús y los Reyes Magos. Y que no faltara la mula y el buey... El angelito en aquel huequito.

Un espejo para el agua, con su puente y su camino. Los pajes, faltan los pajes. Aquí está el de Baltasar.

Luego, cuando la humedad iba dejando fríos nuestros cuerpos, tras jugar al escondita en la calle, terminábamos embutiéndonos en la mesa camilla, calentados por la copa, a base de cisco y picón.

Ya salían los pestiños y tenían que ser enmelados…, mis tías, mi abuela, mis primos, con mi madre, teníamos que ponernos manos a la obra, que, anteriormente habíamos hecho… ¿Tenéis las manos limpias? Alguno se las limpiaba en los laterales de su jersey.

Eran unas dulces navidades, llenas de familia y armonía, y mucho amor.

Luego llegaba el 28, y mi abuela siempre nos gastaba alguna inocentada… Venid, esta tarde al puesto que hoy pasa la cabalgata de Reyes. Y allí íbamos, a su casa, al puesto de aceitunas y ella reía gozosa… ¡Inocenteeeeeeeee!

Y al fin llegaba el 5 de enero y ella nos llamaba muy temprano, teníamos que ir después de comer a sacar las sillas para coger sitio para la cabalgata. Allí todos los primos nos encontrábamos de nuevo con toda la ilusión del mundo. Y cuando las carrozas de sus majestades pasaban, todos gritábamos hasta desgañitarnos para que nos arrojaran el mayor número de caramelos, mientras ella, sin darnos cuenta y, al mismo tiempo, soltaba sus manos repletas de golosinas… Dulzura en abundancia. Y nos arrojábamos al suelo a acaparar nuestras placenteras recompensas…

Era maravilloso, y este recuerdo perdura en mi corazón tras más de cincuenta años. Eso sí que era la magia de la Navidad, eso sí que era el verdadero, el auténtico misterio de la Navidad.



1 comentario:

Lola Fontecha dijo...

Tu navidad, nuestra navidad.