Mientras poco a poco nos zambullíamos en la Navidad aquellos
olores se hacían más penetrantes a nuestros olfatos… olor a anises, a
matalahúva, a miel y pestiños recién hechos…
Olores a azúcar y rosquitos, de sabor dulce y ligeramente
crujientes.
Y olores a las cajas cerradas de mi abuela, tras un año
hibernando, para sacar de sus
escondrijos mil y una figuritas, animalillos de todo tipo y de todos los
colores.
Hasta allí nos habíamos acercado a poner el Nacimiento, que así
se llamaba, y todos los primos peleábamos por poner el Misterio, sobre todo al
niño Jesús y los Reyes Magos. Y que no faltara la mula y el buey... El angelito
en aquel huequito.
Un espejo para el agua, con su puente y su camino. Los pajes,
faltan los pajes. Aquí está el de Baltasar.
Luego, cuando la humedad iba dejando fríos nuestros cuerpos, tras
jugar al escondita en la calle, terminábamos embutiéndonos en la mesa camilla,
calentados por la copa, a base de cisco y picón.
Ya salían los pestiños y tenían que ser enmelados…, mis tías,
mi abuela, mis primos, con mi madre, teníamos que ponernos manos a la obra,
que, anteriormente habíamos hecho… ¿Tenéis las manos limpias? Alguno se las
limpiaba en los laterales de su jersey.
Eran unas dulces navidades, llenas de familia y armonía, y
mucho amor.
Luego llegaba el 28, y mi abuela siempre nos gastaba alguna
inocentada… Venid, esta tarde al puesto que hoy pasa la cabalgata de Reyes. Y
allí íbamos, a su casa, al puesto de aceitunas y ella reía gozosa… ¡Inocenteeeeeeeee!
Y al fin llegaba el 5 de enero y ella nos llamaba muy
temprano, teníamos que ir después de comer a sacar las sillas para coger sitio
para la cabalgata. Allí todos los primos nos encontrábamos de nuevo con toda la
ilusión del mundo. Y cuando las carrozas de sus majestades pasaban, todos
gritábamos hasta desgañitarnos para que nos arrojaran el mayor número de
caramelos, mientras ella, sin darnos cuenta y, al mismo tiempo, soltaba sus
manos repletas de golosinas… Dulzura en abundancia. Y nos arrojábamos al suelo
a acaparar nuestras placenteras recompensas…
Era maravilloso, y este recuerdo perdura en mi corazón
tras más de cincuenta años. Eso sí que era la magia de la Navidad, eso sí que
era el verdadero, el auténtico misterio de la Navidad.
1 comentario:
Tu navidad, nuestra navidad.
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