Quiero abrirte de parte a parte,
con mis maldiciones aderezarte.
Trocear tus ansias divinas de vivir,
a polvo de hiel verlas reducir.
Para tus glorias amargar,
quiero tus vísceras restregar,
eternamente amedrentarte,
porque eres un ser insignificante.
Eres un ser exiguo y detestable,
anuladamente despreciable.
Que tus vástagos son mi sinsentido,
porque tu torpeza es tu graznido.
Quisiera execrar tu existencia
pues te aborrezco con violencia.
Y blasfemo al dios
que el ser te dio.
Maldita sea tu estampa,
que en mi vida acampa.
Maldita sea tu gloria,
que adorna la escoria.
Maldita tu inutilidad,
tu ineptitud, tu necedad.
¡Maldita la hora que naciste!
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