Llegaré a viejo con todos mis libros,
con todos
mis defectos,
con todas
mis virtudes,
que espero
luzcas a mi muerte,
como suele
acontecer entre lamentos,
porque en este mundo he tenido suerte.
Llegaré a
viejo saldadas
casi todas
mis deudas,
con un
adagio lívido,
desenraizadas
mis raíces,
con amor y
humor,
con mis
hijos y mi amor,
con los
nietos y su color,
con mis
chanclas y mis zapatos,
con mis
alforjas llenas de ilusiones,
que para eso tengo buen olfato.
Llegaré vivo
y moriré vivo,
pero amando
y sintiendo,
lleno de
poesía y de música,
aliviadas
tus penas y súplicas,
en un canto
de regocijo,
en un mar de
olas desinhibidas,
eternamente
en libertad.
Llegaré a viejo y con herrumbre,
aliviado de
cargas y costumbres,
abrillantado
y reluciente,
con barba y
despejada frente,
mas toma mis
manos sin soltarlas,
dándole
vueltas a mi vida,
dándole
vueltas a mi mente,
con mis
burbujas henchidas.
Llegaré a
viejo,
no sé
cuándo, ni cómo.
Ni por
dónde, ni tampoco si llegaré.
Ni cómo será
mi vejez,
Si acapararé
la plenitud de la vida.
No sé si la
vetustez alcanzaré,
pero la
tendré muy en cuenta…,
con mis
arrugas y mis cuentos,
con mi vida
y sin lamento…,
cuando
llegue a viejo.
Llegaré a
viejo casi sin darme cuenta,
con mis arrugas
y mis cuentos,
entre mi
vida y tus lamentos.
Y seré
viejo, cuando llegue a viejo,
aunque
apenas si me daré cuenta,
acaso, cuando
me mire al espejo.
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