Cuarenta años.
Once años.
Tenía once años.
Viernes, todos los viernes del mundo, a las nueve y media, la familia junta
ante el televisor, era la primera cadena. Nos sentábamos en el salón
dispuestos… a estar en familia.
No se le veía el color a las mejillas de Kiko
Ledgard, ni el naranja de la Ruperta, ni el colorido de los trajes de las
secretarias, ni falta que nos hacía. A Don Cicuta, lo imaginábamos como hombre
de negro, así que poco podría cambiar al natural… Efectivamente, era el “1, 2,
3, responda otra vez”, de esa tele en blanco y negro. Hace ahora cuarenta años.
Casualidades… hoy también me entero que hace
cuarenta años de Mazinger Z… el personaje de los “dibujitos” que nos
entusiasmaba derrotando a los malvados, con sus “puños fuera”, mientras mamá
nos llamaba a comer… que la comida se enfría…
Hoy he visto en la tele una entrevista a Chicho
Ibáñez Serrador en la que le preguntaban en qué creía. El rápidamente, sin
dudarlo, contestó: Yo creo en la bondad.
Y yo.
Y mi madre.
Y todo esto, entre el puchero y la hierbabuena,
sintiendo tu presencia eterna, indestructible… mamá.
Nunca he creído en este tipo de celebraciones, en
los “días de”, pero, mamá, madre, hoy, igual que días y días, me levanto
contigo, miro tu foto y te admiro.
Mi hija lleva unos días preparando su regalo y
recuerdo esas flores que te llevaba, mamá, que tanto te gustaban, aderezadas
con un beso en tu mejilla, dulcemente preparada, ansiosamente dispuesta.
Mi hija me insistía ayer que le preparara una música
para ponérsela ella hoy a su madre y a mi hijo le ha encargado un ramo de
flores. Ella ya preparó su regalo en el cole y, además, varias notitas más de
amor. Le gusta escribir. A mi padre, también.
Sí, mamá, ¡tantas cosas te escribió! Y yo, recuerdo
un poema que te recité, poco antes de que te fueras, un poema de cariño, de
niño. Te lo llevé, no sé por qué, a la plaza de Candelaria, y te lo leí,
mientras un par de lágrimas te caían por esas mejillas tan hermosamente
dispuestas.
Me he levantado y he buscado la Rapsodia Bohemia de
Queen, que escuché a los días de tu muerte, mientras conducía camino del cole,
con la luna aún en el horizonte, y que tanto, tanto, me llenó de ti el corazón y el alma.
¿Música, hija? ¿Qué música le puedo poner yo a una
madre? ¿Qué música podría ofrecerte, mamá? Juntos disfrutamos del grupo Alameda
y de los fandangos de Huelva (que tantas lágrimas me aprietan el corazón).
¿Música? La voz de una madre desde que abrimos los
ojos, sus palabras de amor, de cariño, sus nanas… ¿Hay mejor música?
Yo hace ya casi cuatro años que no la escucho, sólo
la siento en el corazón.
5 comentarios:
Hoy cuando me levanté me acordé ,de ese último día de la madre que celebramos. En Candelaria ,le diste esa poesía y de sus ojos cayeron lagrimas. Recuerda siempre esa sonrisa tan especial que tenía ,y ese amor de Madre que nos dió, yo lo llevo en mi corazón .Eso nos queda de ella sus recuerdos , que son muchos.Que bonitas palabras escribes ,besitos.TE QUIERO MAMÁ .
Sabía que fue al final de su vida, pero no recordaba que fuera el último Día de la Madre.
Sí, recuerdo su sonrisa, su hermosa sonrisa y sus carcajadas únicas.
Gracias, hermana.
Enhorabuena Paco. Me ha encantado leerlo.
Un abrazo desde Granada
Rafael Acuña
Gracias, Rafael, un abrazo.
Gracias, Rafael, un abrazo.
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