El día
fenece triste y apaciguado,
lentamente
recubierto
por las
manecillas del reloj,
inexorablemente
deshecho,
muerto, sin
alma,
apesadumbrado,
en ausencia,
sin un
resquicio para la luz,
sin un
lamento para el olvido…,
con las
manos extendidas
buscando
respuestas
y los ojos
llorosos
que se
avergüenzan
de mirarse
al espejo.
Y tomo las
armas de furia,
blandiendo
el sable sediento,
hacia el
acantilado rompiente del futuro.
No quiero
dar un paso más,
no puedo dar
un paso más,
no siento
dar un paso más.
El día se
desgarra
entorpeciendo
mi pensamiento,
deforme y
podrido,
que alcanza
mis sentidos,
que
transforma mis lamentos
en alimañas
al viento,
en un rápido
sinsentido,
tormenta de
mar aceituno.
Te
presiento…
serenamente
taciturno.
¿Es miedo en
tu rostro?
¿Es una
máscara grotesca?
¿Es un baúl
macilento?
Mi temblor
se recrudece,
mis pies se
reblandecen
al pisar los
caminos hacia el fin,
al buscar el
refugio en ti…
¡Oh,
soledad!
¡Oh,
tremenda soledad!
¡Oh, soledad
piadosa!
¡Oh, soledad
entristecida y sola!
¡Soledad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario