A menudo los hijos se nos parecen…
Parafraseando a Serrat, podríamos
decir… A menudo las madres se parecen…
Así es, a
menudo las madres se parecen y a menudo, de mayores, se nos olvida demostrarles
cuánto las valoramos, decirles cuánto las queremos.
Como dijo
Voltaire, “para ser feliz lo que hay que hacer es cultivar el huerto”, cuidar
lo cercano, y qué más próximo que una madre, que nos llevó durante nueve meses
pegaditos a sus entrañas.
Una madre que
siempre tiene una palabra amable para ti, que nunca se cansa, que siempre serás
su niño, aunque tu edad supere los diez lustros. Que nunca vi enferma durante
mi infancia, que te da todo lo que tiene, que ni pide revisiones salariales ni
tiene nunca vacaciones, porque, cuando íbamos a la playa o al campo, en
nuestras vacaciones, siempre iba con sus tortillas y…, cuando, dominguero
total, comíamos en un bar, sacaba de su bolso mágico, sin fondo, una fiambrera
con queso a trocitos y otra con picos…, siempre por si acaso… Pero mamá, cómo
traes queso…, pero al final todos comíamos mientras nos traían la comida…
Una madre que
su generosidad estaba por encima de todo, así como su entrega. Una madre que se
llevaba todo el día trajinando para allá y para acá… y que siempre nos decía…
“Es la primera vez que me siento en todo el día”.
Una madre
psicóloga, que sabe, con sólo mirarte, que algo te ocurre y controla cada
rincón de la casa… Mamá, dónde están los calcetines azules…, En el segundo
cajón. Que no está…, Como vaya pallá verás…, Te van a morder… Que no están, mamá… ¡Y estaban!, cuando ella llegaba y
buscaba, y aparecían como por arte de magia…, Si yo he buscado aquí…,
Seguramente, los calcetines sentían temor de ella, y aparecían de repente…, por
miedo. “Te lo dije, te lo dije, te lo dije”.
Y una madre lingüista,
revolucionaria en el lenguaje cuando… “mamáaaaa, se me ha caído la tortilla”…,
¡la tortilla no, el tortillo!”…, “la culpa ha sido de él, que me ha empujado
con la silla”…, “la silla no, el sillo”… Ahí es na.
Una madre siempre previsora, que… “ponte
calzoncillos y calcetines limpios por si te pasa algo”. En muchas ocasiones
pitonisa y médica…, Ponte los calcetines que vas a coger frío, o…, ponte el
chaquetón…, aunque hiciera buen tiempo, pero no, no cogíamos frío. Y hablando
de adivinadora… No te comas eso que luego no vas a comer… No andes con fuego
que te vas a mear en la cama… Y yo no andaba con fuego porque sentía el temor y
la vergüenza ante la posibilidad de tal infortunio. Y tampoco se me ocurría
andar libremente sin zapatos…, no andes descalzo que vas a coger frío, que te
vas a resfriar… Y yo, a hurtadillas a lo sumo andaba de silla en silla de
puntillas…, pero con miedo…, ¿de resfriarme o de de llevarme un coscorrón? O
cuando aseveraba “Tómate la leche que te vas a quedar chico”, y yo miraba a una
persona con enanismo y me imaginaba la poca leche que habría tomado de pequeño
esa persona.
Una madre que…
“A que te doy”, me advertía mientras me zurraba… O, “te voy a dar una que
verás…” Y no era una, sino unas mil… O…, “como vaya pallá te descalabro”, “como
sigas, te voy a descabezar como a los boquerones”, “te reviento”. Y si te
aburres, es capaz de decirte…, “pues quítate los pelos de una pierna y te los
pone en la otra”…, o “pues tira piedras p’arriba y las recibes con la cabeza”…
Una madre escuchante,
entrañable, que siempre tenía una carita dulce preparada para unos dulces besos…,
pero que ante el llanto innecesario, sin motivo aparente, nos decía… “Como vaya
pallá te vas a enterar”, o, “como te dé, vas a llorar con motivo”… Y hablando
de llanto…, qué decir de esta afirmación totalmente científica, cien por cien
demostrada empíricamente de “cuanto más llore, menos mea”. O…, “sigue llorando,
después te mido la boca a ver si te ha crecido”. O en plan amenazante, por si
quedaba duda…, “como te caiga, te pego”. Encima de hacernos daño, nos pegaba…,
porque ya te había advertido que no te subieras ahí… O rozando la escatología… “Me
via cagá en tu madre…, ¿quién sería?”…, o, “me via cagá en la leche que
mamaste”.
Esa madre que
cuando hacemos algo inapropiado propiciado por algún compañero del cole, nos
advierte… “Y si tu amiga se tira un puente, ¿tú también?”…, o si le pedimos
dinero, nos dice… ¿qué te crees que soy un banco?
Una madre que
nos dejaba cortados cuando le preguntábamos ¿qué vamos a comer?... “comida”, o
“pan pastor y arroz con leche”… ¿Qué sería aquello?
Y que a veces,
nos comparaba con nuestro otro progenitor… “cada día te parece más a tu padre”…
O te amenazaba… “cuando llegue tu padre te vas a enterar”… Incluso nos predecía
“cuando seas padre, comerás huevo”, o “cuando tengas hijos , verás”.
Y nos hacía sentir culpables cuando nos decía
“qué jartita estoy” y “quė jartita estoy de haber nacío!”. Y, mientras tanto… “tú
erre que erre”…
Esa madre pesá,
pesá, porque no le hacemos caso. Una madre, sin embargo, a la que siempre
teníamos y tenemos en la boca… “¡Mi madre!”, “¡madre mía!”, ¡ay, mi madre!, “la
madre que te parió”… Porque…, “madre no hay más que una”…, y a mí me tocó.
Una madre, que
nos decía, nos dice, por si se nos había olvidado… “recuerda que soy tu madre…”
Y te sentenciaba, sentencia, finalmente, y te dejaba, te deja, sin palabra en
la boca…”porque lo digo yo, ¿te parece?
Una madre…, mi madre, tu madre, nuestra madre.
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jejejejejejejejeje
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