Sorteando mares fantásticos,
de piel y cabellos morenos,
surgió rejuvenecida Melilla,
un grano de arena dorada
entre las cortinas de África,
amistando dioses eternos,
enhebrando sabias culturas,
endiosando calles en sincronía.
Desplegada su melena al viento,
reticente de volver la vista atrás,
a nuestros adustos ancestros,
si la miro de timidez enmudece,
pero ella vívidamente resplandece
con dulzura para invitarme a pasear.
De flequillos revoltosos, Melilla,
contoneándose de hermosa fragilidad
cual adolescente chiquilla
tomó aquella tarde mis manos
y me susurró al oído mil aventuras,
mil rincones, mil lamentos.
Y entre promesas de regreso,
en la noche oscura me dio un beso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario