miércoles, 16 de noviembre de 2011

EL ARTE DE SER FELIZ (III)

Carácter adquirido


"Aunque siempre somos la misma persona, no siempre nos comprendemos a nosotros mismos, en todo momento, sino que nos equivocamos con respecto a nosotros mismos hasta que hemos alcanzado en cierto grado el verdadero conocimiento de nosotros mismos (...)
En la vida sólo podemos alcanzar con seriedad y fortuna un único propósito, trátese del placer, del honor, la riqueza, la ciencia, el arte o la virtud, si abandonamos todas las exigencias que le son ajenas si renunciamos a todo lo demás. Por eso  el mero querer, y también poder, por sí mismos aún no bastan, sino que un hombre también debe saber lo que quiere, y debe saber lo que puede hacer. Sólo así dará pruebas de su carácter, y sólo entonces puede realizar algo con logro (...)
El querer no se puede aprender (Séneca).
Sólo la experiencia nos enseña cuan inquebrantable es el carácter ajeno (...)
Debemos aprender a partir de la experiencia qué es lo que queremos y de qué somos capaces. Anteriormente no lo sabemos, carecemos de carácter y a menudo debemos sufrir duros golpes (...) Pero cuando finalmente lo hemos aprendido, entonces hemos conseguido lo que la gente llama carácter, es decir, el carácter, es decir, el carácter adquirirdo (...) Un conocimiento lo más completo posible de la propia individualidad: es el conocimiento abstracto (...)
Una vez que hemos averiguado dónde están nuestras capacidades e insuficiencias, cultivaremos nuestras disposiciones naturales sobresalientes para usarlas y aprovecharlas de todas las maneras posibles, y nos encaminaremos siempre en aquella dirección donde son útiles y válidas, mientras que evitaremos por completo, venciendo nuestros impulsos, a los propósitos para los que por naturaleza tenemos poco talento (...)
Sólo quien ha conseguido esto será siempre con plena conciencia y del todo él mismo y nunca se sentirá abandonado por sus fuerzas, puesto que siempre sabe lo que puede exigirse a sí mismo. Así, tendrá a menudo la alegría de experimentar sus capacidades y raras veces el dolor de tener que recordar sus deficiencias, lo cual significa una humillación que causa tal vez el mayor dolor del espíritu (...)
Dado que todo el ser humano sólo es la manifestación de su voluntad, no puede haber nada más erróneo que, partiendo de la reflexión, pretender ser alguien diferente del que se es , porque eso significa una contradicción directa de la voluntad consigo misma (...)
Tanto niños como adultos saben conformarse tan pronto que comprenden claramente que las cosas no tiene remedio (...)
Nada nos reconcilia más firmemente con la necesidad exterior e interior como su conocimiento preciso (...)
La voluntad, en todas sus manifestaciones, está sometida a la necesidad."

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