“La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos.” (Antonio Machado)
Algunas veces, no muchas, me lo impide mi vida, que me acompaña cada instante, pienso, recapacito sobre mi muerte. Y me digo, cuando muera me gustaría… ¿Me gustaría? Si cuando muera, ya no tendré noción ninguna de mi muerte y, por tanto, no podré en la vida (¿en la vida?) ser consciente de mi muerte y de lo que me gustaría.
La muerte es la negación de la vida, no la continuación de ésta.
¿Y qué es la continuidad de la vida? Mientras haya vida, es ella en sí misma.
¿Y de la muerte? ¿Qué puedo preguntar si con la muerte mía ya no es nada? Es la nada, y si es la nada, ¿cómo puedo hablar de ella, si la desconozco? ¿Puedo hablar de algo desconocido? ¿Puedo hablar de algo que no conozco?
Mi muerte no es sin mí, ni mi vida tampoco. Pero mi vida es conmigo. Mi muerte… no.
Mi muerte no tiene nada de mí, puesto que no es ahora ni ya no será nada cuando muera. Será sólo un recuerdo en los demás, no en mí, no para mí, sólo por mí, para los demás.
Y si no tiene nada de mí, si no me pertenece, no tiene sentido para mí. Entonces… ¿por qué temerla?
Amar la vida y no temer a la muerte… pero… ¿es tan difícil?
Y mientras… amar la vida intensamente, intensamente… ¡vivir!
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