viernes, 16 de mayo de 2008

NÁCAR VESPERTINO

Mis pies suben la tersa escalera
del tiempo indeleble,
entre los sollozos de la noche queda.

A cada minúsculo paso
un caballo blanco, errante,
me detiene…
arrogante.

A cada ofuscado suspiro
un halo de energía efímera
me sublima la esperanza,
volatiza la apatía.

En cada goce impávido
mil batallas despavoridas
y un grito unánime
despiertan mi mente crítica.

Porque no encuentro el nácar
en los rostros de mi infancia,
en los rincones de mi juventud.