martes, 22 de enero de 2019

PREMIADOS EN ARGENTINA

Una gran noticia: En el Concurso Literario Internacional HOMENAJE A POLDY BIRD, de Buenos Aires, he obtenido el SEGUNDO PREMIO en la modalidad de Sonetos, con SONETO SENSUAL, y la PRIMERA MENCIÓN ESPECIAL en la modalidad de Cuentos con ¡GORDO! 

En la modalidad de Poesía, con su poema HEREDAD, Lola Fontecha ha obtenido el PRIMER PREMIO.

Gracias, Stella Maris Latorre, fundadora y presidenta de la asociación ROSALÍA DE CASTRO ROAC 2045. organizadora del concurso.

Aquí están los tres textos:



              SONETO SENSUAL

Si pudiera besarte aquesta noche,
derretirían tiempos de Dalí
en los mares tempestuosos que en sí
pongan nuestro ávido amor como broche.

Enhebrando en loores yo vibraría,
en nenúfares volar a tu cauce,
que loco quiero lanzarme a tus fauces,
entre tus pechos los  seduciría.

Cabeza, brazos, piernas enlazados.
Ojos, manos, labios, entrega total.
Miembros, virilidad desaforados.

Árbol perfumado, enhiesto y firme,
entrando raíces en madre tierra,

sembrando el néctar para a ti unirme.

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¡GORDO!

¡Gordo!
Sí, sabía que lo era, sí, pero…, ¡dicho de aquel modo…!
Aquella palabra, aquella maldita palabra que me golpeaba como un martillazo en un dedo (eso dice siempre mi padre).
Maldita impronunciable  palabra.
Cogí mis canicas y me guarecí en la sombra, aquella sombra que me cobijaba cuando me encontraba mal, cuando me hallaba solo. Mi cómplice inmenso, mi salvadora sombra, aliada de mil huidas, de mil escondidas.
Allí estaba esperando el final del recreo. A ver cuándo tocan ya…
¡Hola! Volví la cara pausadamente, sin mucha confianza. Un pequeñajo me observaba de pie, frente a mí. Yo dudé en saludarlo, unos segundos eternos, quizás algún minuto, y no pude más que contestarle de la misma manera… Mas, inmerso en la desconfianza, me atreví a inquirirle… ¿Qué quieres?
Su cara me era conocida, tal vez lo haya visto alguna vez por el pasillo de infantil, quizás en el patio de los pequeños. Ante su mutismo volví a repetirle, ¿qué quieres?
Él pareció querer decir algo, me conocía…
Sí, parece que me conoce, no sé, a lo mejor su hermano está en mi clase.
Por tercer vez me dirigí a él mientras seguíamos observándonos en la distancia. ¿Me vas a decir qué quieres de una vez?
Estar contigo.
Aún desconfiado, le hice un hueco en mi sombra, mi aliada, mi cobijo diario.
Son bonitas tus canicas, aseveró.
Gracias.
¿Quieres que juguemos?
Mis oídos, mis ojos, mi corazón no podían creerlo.
Sólo acerté a decirle… Vale.
Allí estuvimos un buen rato, hasta que sonó la sirena del fin del recreo.
Recogí mis canicas de cristal, alcé la vista y él ya no estaba. ¡Sí que era rápido! Mientras había estado recogiendo, él se había esfumado. Lo he pasado bien.
Quizás mañana quiera volver a jugar conmigo. Ojalá. Sin embargo, no me ha dicho su nombre, pero me da igual, me he encontrado bien en su compañía. Aunque sea más pequeño, volveré a jugar con él, sí, claro que sí.
Salí de mi escondrijo y la maestra me esperaba fuera de mi sombra.
No puedes estar así solo, tienes que jugar con otros niños.
Yo no deseaba responderle, no había estado solo, había estado jugando con un amigo.
Ella continuaba con su perorata… Venga hombre, no puedes estar siempre solo.
Yo quería gritarle y sacarla de su confusión. No, que no había estado solo.
Venga, ponte en la fila, hablaré con tus padres.
Pero qué pueden hacer ellos. Además, yo ya tengo un amiguito, aunque no me crea. ¡Y mira que me es familiar su cara!
Me fui a la fila, unos empujaban, otros reían (¿de mí…?)… Me fui al final de la fila, escondiéndome, no quería que me vieran, pasar desapercibido…
Sí, me suena su cara, seguro que lo conozco. No consigo saber de qué, pero sí.
La fila echó a andar y yo tras ella, junto a mi pensamiento, mi única compañía. Mañana le preguntaré su nombre, quizás lo conozca de pequeño, de cuando yo era más pequeño, de infantil.
Pero si era de infantil, yo también lo era, y ahora tengo once años. No sé. Él tendrá cuatro años, si acaso.
De infantil…, de infantil…

Lo cierto, bien cierto es que me siento a gusto en su compañía. Nunca consigo preguntarle su nombre, nos ponemos a jugar y se me olvida.
Todos los días me acompaña en mi sombra. ¡Me gusta estar con él!

¡Qué pesada es la maestra con que siempre estoy solo! ¡Si tengo a mi amigo!


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HEREDAD, JUSTO ANTES DE NACER


Porción de terreno cultivado perteneciente a un mismo dueño
en especial la que es legada tradicionalmente a una familia


Heredad, llanto al salir de mi madre.
Heredad, mis pasos de niña zancadilleados en la madrugada de la existencia.
Heredad, ablación sometida
arrancándome de la vida,
dolor tragado en vano por recelo a la vergüenza,
mutilación en mar seco del deseo por ella.
Heredad, mi ropa destrozada por el capricho del destino,
que hace caduca mi edad de niña.
Heredad, ser mujer
en rincón escondido
donde no se me pueda ver.
Heredad, precio puesto por mi cuerpo
a manos sucias que profanen mis comienzos.
Judas en figura paterna
que me corta las alas,
me pone precio
y vende mi cuerpo por 30 monedas ensangrentadas.

Heredad en velo cubierto
que acorrala mis sueños
y los convierte en miedos que resignan al silencio.

Heredad en tradiciones vomitadas a la cara,
ley no escrita que me condena en vida.
Lágrimas vertidas en la impotencia de los tiempos
que anochecen antes de amanecer.
Recurso traspapelado en códigos añejos
que huelen a rancio.

Heredad en color ausente de ilusión y risa.

Heredad de género,
de lucha negada en pesadilla, de piedras golpeando mi entendimiento.

Heredad, que repudio
en grito de mujer,
porque me encadenó a destino escrito,
en renglones torcidos de mentes opacas
justo, antes de nacer.

jueves, 3 de enero de 2019

LA VIDA DE LA ILUSIÓN O LA ILUSIÓN VIVIDA

Hallábase ella tumbada
en la alfombra rosa de la dicha,
en sus manos su aliada de aventuras y secretos,
el amor por sus progenitores en su corazón
y los Reyes Magos, su ilusión.

Hallábase ella tumbada
en la alfombra verde de la dicha,
en sus manos hojas de secretos y desvaríos.
Trazos de acupuntura que dejan huella en su corazón
que dejan huella en su ilusión.

Hallábase ella tumbada
en la alfombra roja de la dicha,
en sus manos un gran corazón en la carta amada,
mirando fijamente el cielo de su habitación,
poemas repletos de ilusión.

Hallábase ella tumbada
en la alfombra amarilla de la dicha,
junto a ella su amor entre besos y abrazos,
uno, indivisos y completos de la luz son,
besos y abrazos de la ilusión.

Hallábase ella tumbada
en la alfombra celeste de la dicha,
junto a ella un travieso pequeño aferrado a su brazo,
reclamando su mirada, llamando su atención,
miradas unísonas de ilusión.

Hallábase ella tumbada
en la alfombra azul de la dicha,
junto a ella su amor entre besos y abrazos,
uno, indivisos y completos de la luz son,
besos y abrazos de la ilusión.

Hallábase ella tumbada
en la alfombra blanca de la dicha,
las manos grietas, el amor sereno y vivido,
sujetos los brazos maduros de la creación,
pensamientos inconsistentes de la ilusión.

Hallábase ella tumbada
en la alfombra negra de la dicha,
los brazos cruzados, las piernas prietas,
los ojos yertos de la obscuración,
perdida la porfidia de la ilusión.