domingo, 29 de junio de 2008

CREA EL CIELO (EL ADIÓS)



Crea el cielo
una sombra
en tu mente suave, serena, quieta…
y en tu tibio y quedo corazón.

Y la luna es alma y dios
en tu sombra.
Todo es penumbra y oscuridad
en tu sombra.
¡Que permanezca
ingrávida
en el tiempo!
¡No quiero verla!

Tu sombra
te detiene,
aprisiona tu esplendor.
¡Que no quiero verla!
Sombra o vida.
Vida sin sombra.
Sombra cautiva.
Penumbra,
eclipse de sol y luna…
sombra.

Herrumbre de vida.
Sombra de paz.
Sombra sin luz.
Corazón agotado.
Voz apagada.
Debilitada llama.
Noche ciénaga.
Sombra de pesar…

Tu sombra negra
se cierne sobre el horizonte difuso y
amargo de la luminiscencia.
¡Cuánto duele el dolor!
¡Cuánta sombra en tu corazón!

Tu aliento agitado
ensombrece tus energías
de madre vespertina.
Y una mirada nocturna, ofuscada,
entristece el aire
con el que me examinas
desde tu albo escondite.

Y tus tersas manos me buscan
en la sombra del tiempo…
minuto a minuto,
segundo tras segundo…,
contra todo,
contra natura…
una oscura eternidad.
Y, sin embargo,
una corta agonía
de periodicidades.

Y la luz sombría
de tus próbidos ojos
aún me mira en quejidos
instantáneos.

Tus pies caminan descalzos
en el oscuro alféizar
de la cándida cama,
en un devaneo desacompasado…
ora adelante,
ora atrás,
en un trasiego errático…
que no alcanzas a controlar.

Y vuelve un lamento
a cubrir de tesa calma
la noche de tu febril almohada,
recostada sobre el siniestro brazo.

Y no quiero dormirme
en la ignorancia nocturna.
Permanezco fiel a tu lado,
junto a la sombra,
de tu frente de borraja,
de tu vientre hinchado
que ruge precipitadamente,
me habla,
protesta,
desdeña,
me susurra…
agonía,..
¡que no vida!

¡Calla! ¡Calla! ¡Calla!
¿Qué extraños sortilegios
escondes en tu interior?
¡Que no quiero ver tu sombra!
¡Que no quiero verla!

Toma mi amor de hijo…
¡Ay, qué poco puedo ofrecerte
en tu sombría y amarga
andadura sobre la umbría…!

Aprietas un puño hiriente
sobre tu blanco antebrazo,
delicado, embelesado,
y lo recojo entre mis manos…
en nuevo y entrecortado
quejido
deshecho en lamento.

Te acaricio…
¡No sufras! ¡No!
Toma todo lo que tengo,
¡toma!
¡venga, tómalo!
Aprieta mi vida
y absórbela.

¡Aparca tu agonía!
¡Cuánto me duele tu dolor!
¡Y aún son las dos!

Tus hinchados y níveos pies
vuelven a caminar,
a deambular torpemente
descalzos entre las oscuras sábanas
del desasosiego…
Hoy regresa el verano,
Este sombrío verano
vuelve a recrearte de calor.
¡Y aún son las dos!

¡Ay, cuánto dolor!
¡Ay, cuánto amor!
¡Y cuánto dolor, dolor…!

A la alborada
te quema la mente…
y sueño con verte,
con ver un gesto de amor…
Y no encuentro…
nada.
¡Nada!
¡Nada!
Deambulo por la habitación…
el día se hizo noche en tus ojos
de agonía,
se hizo sombra en el día…
Duerme, mamá, duerme,
descansa hermosa,
descansa…
te acompaño…


“Aujourd’hui…
maman est morte!"

martes, 24 de junio de 2008

¡MAMÁ, MAMÁ!


¡Mamá, mamá!
¡cuántas cosas he de decirte, mamá!
¡Cuánto te quiero!
No llores, no llores más.
Que cada lágrima
golpea en mi corazón
como las gotas de lluvia
en la arena de la playa desierta
una tarde de otoño.
Quiero que vuelvas a reírte,
reírte conmigo,
quiero hacerte sonreír
e iluminar tu cara
como el sol aclara el espejo marino
y el oleaje salino
de nuestro cálido océano.
Vente conmigo al verde natural,
que torne tu voz quebrada
por el dolor de tu costado,
en el olor a tierra mojada
por la lluvia tenue de mi cariño.
Quiero besar de nuevo tu suave cara,
apretarme en abrazo como niño,
y desaparecer entre tus piernas
para jugar a las escondidas,
hasta que de un guiño
me llames para darme un beso.
¡Mamá, mamá…!
¡venga, ríete!
¡Acaríciame,
acurrúcame en tu pecho
de madre sabia y hermosa!
¡Mamá, mamá!
¡cuántas cosas he de decirte, mamá!
¡Cuánto te quiero!
No llores, no llores más.
¡Te quiero!