domingo, 4 de julio de 2010

LAS ZAPATILLAS


Las zapatillas
sortean el tiempo
en un varapalo del lamento
entre la intimidad de la noche
y la inactividad del soliloquio.

Las zapatillas me sonríen,
me encuentran en lo absurdo del oscuro.
El olor a zapatilla rancia,
vieja, raída,
despunta bajo mi lecho rígido,
escrutando la oscuridad
de lo absurdo
del fondo del deseo,
del enésimo sueño
abrupto,
de la enfermedad inanimada,
del desvarío descolorido,
del dormitar errante
que se derrite y traspasa el colchón.

Ya no arguye
simplezas divinas,
presume de promiscuidad,
y atrapo un sueño con sus suelas
que no dejo escapar,
atravieso de parte a parte
el tiempo.

Las zapatillas son herrumbre
en verso sincero,
una desgracia en largo silencio,
un cúmulo de calamidades
y fortunas de gesto distante,
sueños en color sepia,
humillaciones amarillentas,
desaliñadas,
desposeídas.

Y me culpaba, zapatillas,
en una dejación de funciones,
en abandono total…
¡tan distante!
Ahí estáis, están imperecederas,
imperturbables, indemnes,
lamentándose…

Las zapatillas
entristecen de problemas emparejados,
cuando estoicamente lucho
con violencia
por no tener hambre de sacrificio,
en la frialdad lúgubre del silencio
del tic tac del reloj
en el eructo de la noche.

Las zapatillas
Subyacen en el alféizar de la madrugada,
oteándome dubitativas,
pacientemente…
en la dejadez,
en la desidia de mi voz,
de la vida.

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