martes, 12 de julio de 2011

SABIDURÍA POPULAR

Verano.
¿Calor?
Calor.
Cielo despejado, muy despejado, celeste cálido e intenso. Todas las nubes han caído al mar en forma de espuma.

Busco una sombra, una calle perpendicular a mis pensamientos, a mi sudor. La encuentro... por momentos... Mas vuelvo a la luz, al sol, a la vida, al sentido de la vida...
Calle La Rosa. Calle mágica y viva, como su nombre. Luce sus mejores galas hoy, hay ambiente festivo, de verano. Vendedores ambulantes, gente, mucha gente... bares, frutería, tiendas de todo a cien, o de los veinte duros (como les digo yo... ¡ay esas cien pesetas!... ¿dónde estarán?), vendedores de pescado en la esquina de la calle Torre... y gente, más gente... Y el vendedor de los cupones de la O.N.C.E.... atiende a una señora camino de La Caleta, en busca de un buen chapuzón, que ya es hora... Y escucho y me vuelvo para llenarme de sabiduría popular... "Ni la vejez ni la soledad son culpa mía".

Me pongo a cavilar. Es verdad que de la vejez no tengo culpa, aunque quiero pensar en la vejez corporal, que no la de mente y corazón. Pero bueno, ¿de la soledad es culpable uno? Quiero pensar que no, aunque es una suerte no estar solo, mucha suerte... ¿cuánta gente se encuentra sola sin nadie a quien decirle solamente... hola, buenos días. O un buenas noches cuando el día fenece. Por ello hoy me encuentro feliz, tengo gente a mi alrededor gente, bastante gente que me hace ser yo. Y eso me hace sentir bien. No estoy solo.

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