domingo, 3 de mayo de 2020

LOS CONSEJOS DE LAS MADRES

A menudo los hijos se nos parecen…
Parafraseando a Serrat, podríamos decir… A menudo las madres se parecen…
Así es, a menudo las madres se parecen y a menudo, de mayores, se nos olvida demostrarles cuánto las valoramos, decirles cuánto las queremos.
Como dijo Voltaire, “para ser feliz lo que hay que hacer es cultivar el huerto”, cuidar lo cercano, y qué más próximo que una madre, que nos llevó durante nueve meses pegaditos a sus entrañas.

Una madre que siempre tiene una palabra amable para ti, que nunca se cansa, que siempre serás su niño, aunque tu edad supere los diez lustros. Que nunca vi enferma durante mi infancia, que te da todo lo que tiene, que ni pide revisiones salariales ni tiene nunca vacaciones, porque, cuando íbamos a la playa o al campo, en nuestras vacaciones, siempre iba con sus tortillas y…, cuando, dominguero total, comíamos en un bar, sacaba de su bolso mágico, sin fondo, una fiambrera con queso a trocitos y otra con picos…, siempre por si acaso… Pero mamá, cómo traes queso…, pero al final todos comíamos mientras nos traían la comida…
Una madre que su generosidad estaba por encima de todo, así como su entrega. Una madre que se llevaba todo el día trajinando para allá y para acá… y que siempre nos decía… “Es la primera vez que me siento en todo el día”.
Una madre psicóloga, que sabe, con sólo mirarte, que algo te ocurre y controla cada rincón de la casa… Mamá, dónde están los calcetines azules…, En el segundo cajón. Que no está…, Como vaya pallá verás…, Te van a morder… Que no están, mamá… ¡Y estaban!, cuando ella llegaba y buscaba, y aparecían como por arte de magia…, Si yo he buscado aquí…, Seguramente, los calcetines sentían temor de ella, y aparecían de repente…, por miedo. Te lo dije, te lo dije, te lo dije”.
Y una madre lingüista, revolucionaria en el lenguaje cuando… “mamáaaaa, se me ha caído la tortilla”…, ¡la tortilla no, el tortillo!”…, “la culpa ha sido de él, que me ha empujado con la silla”…, “la silla no, el sillo”… Ahí es na.
 Una madre siempre previsora, que… “ponte calzoncillos y calcetines limpios por si te pasa algo”. En muchas ocasiones pitonisa y médica…, Ponte los calcetines que vas a coger frío, o…, ponte el chaquetón…, aunque hiciera buen tiempo, pero no, no cogíamos frío. Y hablando de adivinadora… No te comas eso que luego no vas a comer… No andes con fuego que te vas a mear en la cama… Y yo no andaba con fuego porque sentía el temor y la vergüenza ante la posibilidad de tal infortunio. Y tampoco se me ocurría andar libremente sin zapatos…, no andes descalzo que vas a coger frío, que te vas a resfriar… Y yo, a hurtadillas a lo sumo andaba de silla en silla de puntillas…, pero con miedo…, ¿de resfriarme o de de llevarme un coscorrón? O cuando aseveraba “Tómate la leche que te vas a quedar chico”, y yo miraba a una persona con enanismo y me imaginaba la poca leche que habría tomado de pequeño esa persona.
Una madre que… “A que te doy”, me advertía mientras me zurraba… O, “te voy a dar una que verás…” Y no era una, sino unas mil… O…, “como vaya pallá te descalabro”, “como sigas, te voy a descabezar como a los boquerones”, “te reviento”. Y si te aburres, es capaz de decirte…, “pues quítate los pelos de una pierna y te los pone en la otra”…, o “pues tira piedras p’arriba y las recibes con la cabeza”…
Una madre escuchante, entrañable, que siempre tenía una carita dulce preparada para unos dulces besos…, pero que ante el llanto innecesario, sin motivo aparente, nos decía… “Como vaya pallá te vas a enterar”, o, “como te dé, vas a llorar con motivo”… Y hablando de llanto…, qué decir de esta afirmación totalmente científica, cien por cien demostrada empíricamente de “cuanto más llore, menos mea”. O…, “sigue llorando, después te mido la boca a ver si te ha crecido”. O en plan amenazante, por si quedaba duda…, “como te caiga, te pego”. Encima de hacernos daño, nos pegaba…, porque ya te había advertido que no te subieras ahí… O rozando la escatología… “Me via cagá en tu madre…, ¿quién sería?”…, o, “me via cagá en la leche que mamaste”.
Esa madre que cuando hacemos algo inapropiado propiciado por algún compañero del cole, nos advierte… “Y si tu amiga se tira un puente, ¿tú también?”…, o si le pedimos dinero, nos dice… ¿qué te crees que soy un banco?
Una madre que nos dejaba cortados cuando le preguntábamos ¿qué vamos a comer?... “comida”, o “pan pastor y arroz con leche”… ¿Qué sería aquello? O, Mamá qué hay de comer hoy ?  Y me decía... ¡ARNESES! Y yo le decía ... eso qué es ? Y me decía.... LOS COJONES DE LOS PORTUGUESES…
Y que a veces, nos comparaba con nuestro otro progenitor… “cada día te parece más a tu padre”… O te amenazaba… “cuando llegue tu padre te vas a enterar”… Incluso nos predecía “cuando seas padre, comerás huevo”, o “cuando tengas hijos, verás”.
Y nos hacía sentir culpables cuando nos decía “qué jartita estoy” y “quė jartita estoy de haber nacío!”. Y, mientras tanto… “tú erre que erre”…
Esa madre pesá, pesá, porque no le hacemos caso. Una madre, sin embargo, a la que siempre teníamos y tenemos en la boca… “¡Mi madre!”, “¡madre mía!”, ¡ay, mi madre!, “la madre que te parió”… Porque…, “madre no hay más que una”…, y a mí me tocó.
Una madre, que nos decía, nos dice, por si se nos había olvidado… “recuerda que soy tu madre…” Y te sentenciaba, sentencia, finalmente, y te dejaba, te deja, sin palabra en la boca…”porque lo digo yo, ¿te parece?
Una madre…, mi madre, tu madre, nuestra madre.

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