viernes, 30 de mayo de 2025

FIN DE SEMANA POÉTICO

El pasado fin de semana participé en tres actividades poéticas en Cádiz, la Tertulia Puerta Abierta a la Imaginación, con un poema sobre La Venganza, el tema propuesto; el sábado participé en un homenaje a la poeta Nadia Consolani, con motivo de la exposición sobre su obra escultórica en la Casa de la Cultura Ancha 16 (organizado por la Asociación Amigos de Quiñones), y el domingo 25, en un recital poético para presentar la III Antología CREA, la Asociación Andaluza para el Fomento de la Cultura, de la que soy delegado en Cádiz y directivo.

Aquí está el poema del viernes creado para la tertulia y un reportaje fotográfico de los tres días.

JUSTICIA & VENGANZA


Si encuentra la justicia en sus labios,

mientras sostiene en el aire la ira…

Con una mano calme abrupto

su ímpetu de venganza y enojo.

Retuerza el corazón dolido

para escuchar su voz enajenada,

sintiendo la pérfida lástima

del alma y sus despojos.

 

Hállese colmado de justicia  a su mirada,

en la espalda con una palmada

y la otra alzando el índice

al cielo cubierto y gris por testigo.

 

Tornar en dulce castigo

su extrema honradez,

de la hoja su envés.

Ojo por ojo,

siente que siente,

mi corazón doliente.

Quiero encontrar reparación,

y aún más, reconciliación,

que en mis ojos la justicia acaba…

Mas… hálleme en mí, venganza y rabia.




Homenaje a Nadia Consolani y Presentación III Antología CREA

 








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miércoles, 28 de mayo de 2025

LA NOCHE EN BLANCO DE JAÉN, DE ÍBERO

El pasado 16 de mayo el Grupo Literario Oliversando, de Jaén, al que pertenezco, participó en La Noche en Blanco con un recital histórico en Los Baños del Naranjo de la capital del Santo Reino.

Hicimos un repaso por la historia de Jaén, con texto propios creados para la ocasión. El título del evento fue: "Ecos de Nuestra Tierra, un Paseo Literario por la Historia Jiennense".

Yo participé con un texto ficticio que recreaba la época íbera en la ciudad. Su título "Tras las muralllas de Puente Tablas"

Aquí está:

Llegué exhausto a Auringis en mi caballo tras la batalla. Él estaba exánime por la lucha y el tiempo que habíamos estado fuera. Desmonté en aquel cerro de Puente Tablas, ese oppidum que tantas satisfacciones nos había dado desde que nos situamos años atrás para formar nuestra fortificación adaptada metro a metro a las elevaciones y giros del terreno, amurallándolos por completo con excepción del borde oeste, donde aprovechamos aquellas espectaculares rocas. Fue un gran trabajo. Nos felicitó incluso el rey Culcas desde la ciudad de Laukante, junto al Mar Ibérico.

Desde aquí controlamos las fértiles tierras de la vega, la cercanas minas de almagra y yeso, así como las comunicaciones con el río Baitis atravesando la Campiña. 

Mi familia me esperaba ansiosa a pie de los escalones de mi vivienda de adobe y tapial, junto al zócalo de piedras, se llevaron mi caballo para refrescarlo y que descansara, así como para darle una buena comida que le revitalizara. Se lo merecía. Mi hijo pequeño se me abrazó a la pierna, esquivando la capa, y el mayor, se estrechó contra mi armadura. Mi esposa me besó y entró en las estancias, para prepararme un buen refrigerio, que reparara mis fuerzas.

Logré quitarme la hebilla del ancho cinturón de tres refuerzos, con lo que pude deshacerme de la espléndida capa roja. Luego hice lo propio con mi doble armadura, el casco (que me protegía incluso las orejas hasta la nuca), adornado en la frente por mi hermosa cimera de lince, que lucía en todo su esplendor y a los lados con mis espectaculares cuernos espirales, mi redonda caetra a modo de escudo que llevaba protegiendo mi mano izquierda, y mi gran falcata de hierro, de la que estaba tan orgulloso, que saqué de su vaina, herencia de mi padre. Murió luchando, valiente. Lo incineramos y enterramos en la necrópolis, junto a sus cosas.

Luego quité las correas y me deshice del peto hermosamente adornado por varias fáleras circulares de bronce, que cubría mi túnica. Después, mis brazaletes en espiral con cuatro vueltas por delante y cinco por detrás.

Tras la reparadora comida salí y paseé con mi esposa para admirar aquel espléndido paisaje de olivos y almendros. Nuestras tierras estaban pletóricas de trigo y cebada ya bastante crecidos. El molino rotatorio se encontraba ya preparado para la molienda. El ganado estaba bien protegido. Para la época en que estamos no se esperan lluvias, pero nunca se sabe, aquí, en Auringis.

Después tendré que ir a ver a mi amigo para recoger algunos objetos de cerámica que le encargué, es un auténtico artesano con el torno.

La noche ya estaba próxima y nos refugiamos bajo el techo de barro y caña. De nuevo la familia junta tras meses de separación.

Mañana será un gran día.