El pasado 16 de mayo el Grupo Literario Oliversando, de Jaén, al que pertenezco, participó en La Noche en Blanco con un recital histórico en Los Baños del Naranjo de la capital del Santo Reino.
Hicimos un repaso por la historia de Jaén, con texto propios creados para la ocasión. El título del evento fue: "Ecos de Nuestra Tierra, un Paseo Literario por la Historia Jiennense".
Yo participé con un texto ficticio que recreaba la época íbera en la ciudad. Su título "Tras las muralllas de Puente Tablas"
Aquí está:
Llegué exhausto a Auringis en mi
caballo tras la batalla. Él estaba exánime por la lucha y el tiempo que
habíamos estado fuera. Desmonté en aquel cerro de Puente Tablas, ese oppidum
que tantas satisfacciones nos había dado desde que nos situamos años atrás para
formar nuestra fortificación
adaptada metro a metro a las elevaciones y giros del terreno, amurallándolos
por completo con excepción del borde oeste, donde aprovechamos aquellas
espectaculares rocas. Fue un gran trabajo. Nos felicitó incluso el rey Culcas
desde la ciudad de Laukante, junto al Mar Ibérico.
Desde
aquí controlamos las fértiles tierras de la vega, la cercanas minas de almagra
y yeso, así como las comunicaciones con el río Baitis atravesando la
Campiña.
Mi
familia me esperaba ansiosa a pie de los escalones de mi vivienda de adobe y
tapial, junto al zócalo de piedras, se llevaron mi caballo para refrescarlo y
que descansara, así como para darle una buena comida que le revitalizara. Se lo
merecía. Mi hijo pequeño se me abrazó a la pierna, esquivando la capa, y el
mayor, se estrechó contra mi armadura. Mi esposa me besó y entró en las
estancias, para prepararme un buen refrigerio, que reparara mis fuerzas.

Logré
quitarme la hebilla del ancho cinturón de tres refuerzos, con lo que pude
deshacerme de la espléndida capa roja. Luego hice lo propio con mi doble
armadura, el casco (que me protegía incluso las orejas hasta la nuca), adornado
en la frente por mi hermosa cimera de lince, que lucía en todo su esplendor y a
los lados con mis espectaculares cuernos espirales, mi redonda caetra a modo de
escudo que llevaba protegiendo mi mano izquierda, y mi gran falcata de hierro,
de la que estaba tan orgulloso, que saqué de su vaina, herencia de mi padre.
Murió luchando, valiente. Lo incineramos y enterramos en la necrópolis, junto a
sus cosas.
Luego
quité las correas y me deshice del peto hermosamente adornado por varias
fáleras circulares de bronce, que cubría mi túnica. Después, mis brazaletes en espiral con cuatro
vueltas por delante y cinco por detrás.
Tras la reparadora comida salí y paseé
con mi esposa para admirar aquel espléndido paisaje de olivos y almendros.
Nuestras tierras estaban pletóricas de trigo y cebada ya bastante crecidos. El
molino rotatorio se encontraba ya preparado para la molienda. El ganado estaba
bien protegido. Para la época en que estamos no se esperan lluvias, pero nunca
se sabe, aquí, en Auringis.
Después tendré que ir a ver a mi amigo
para recoger algunos objetos de cerámica que le encargué, es un auténtico
artesano con el torno.
La noche ya estaba próxima y nos
refugiamos bajo el techo de barro y caña. De nuevo la familia junta tras meses
de separación.
Mañana será un gran día.