Todo el sol de su mirada
tiene hoy su tarde,
plenamente,
en el horizonte vacuo
de la humanidad.
Y las lágrimas del día
expiran cristalinamente frágiles,
como salinas vaporosas
en sus verdes ojos
de creación,
de una ingente lucidez,
en miríadas de estrellas relucientes,
cual cálidas gotas de rocío
en la reluciente tela de araña.
Mas, cuando la nieve entorpezca
el dintel de mi puerta
y ella de herrumbre
permanezca inquietamente
febril en su alma,
y el corazón encallecido
se enfríe por la nevazón,
su calor atenuará
mi mente quebradiza,
y toda la humanidad percibirá
su ser espléndido,
y me adormeceré
dulcemente en su brazos.
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