lunes, 15 de marzo de 2010

UNA DESPEDIDA

Una despedida
es la muerte
sin equilibrio,
un fulgor sin sol,
un impermeable fragor,
un sinsabor
amargo y rancio,
un acto de fe,
un salto al vacío huraño,
un vaso de cristal
roto,

en el estrépito del suelo,
abatido contra la insensatez de la certeza.

Un jardín en la quietud,
deshojado,
cubierto de pétalos
secos,
incoloros.

Una fina lluvia,
fría,
un anillo perdido
en alguna alcantarilla
olvidada.

Un silencio de ruptura,
un corazón
baldío,
un somnoliento poema,
una carta
sin destinatario,
un piano solitario
en melancolía.

Un llanto de ausencia,
un cielo infiel,
nostálgico,
y una mirada
deshecha
en el horizonte.

Una voz,
un grito atroz
en el silencio de la oscuridad
de la ceguera.

Un examen
en blanco,
la soledad muerta
de una mano tendida
sin amistad.

Una fuente
sin transparencia,
una playa en invierno,
un camino perdido
y pedregoso,
un islote rocoso
de océano,
una llanura marrón,
desértica,
un campo recién arado,
un gorrión solitario y
sediento.

Un estercolero,
un pozo seco
como el lacrimal
de unos ojos de dolor.

Un poema de amor
dormido plácidamente
en un cajón
olvidado
entre el polvo de la herrumbre
y las náuseas de la desidia.

Una maleta de cartón,
taciturna,
recostada en el limbo
de la agonía de las luz trémula,
agotada,
del silencio
frío y largo
del olvido.

Un libro de páginas amarillentas,
macerado
sin lectura,
sin abrir,
sin mesura
en un dormir,
eludiendo la presencia
de la compasión…
En un grito oscuro
y prohibido,
tartamudeando el tiempo ignorado…
en un gesto
insoportable.


Y te aprieta
con dos puños
la garganta
grieta.
Y derrama
impasible
el último sopor
del llanto,
el último llanto…
el último.

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